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Tristes armas, si no son las palabras

Frente a la barbarie de un ejercito (nos referimos, claro está, al ejército israelí) que ataca una flotilla de barcos solidarios, y asesina a al menos 9 personas, no podemos sino acordarnos del breve y maravilloso poema de Miguel Hernández.

Tristes armas si no son las palabras. Tristes, tristes.

No sabemos si los políticos a nivel internacional serán capaces esta vez de llegar a sancionar de alguna manera al estado de Israel, cuyas prácticas ilegales son casi la norma. Mientras tanto, lo nuestro: reivindicar el valor de la palabra, del dialógo, de la lectura, de la paz.

Desde aquí, un reconocimiento a la acción del comprometido escritor sueco Henning Mankell, uno de los “asaltante invasores” al estado de Israel, que viajaba en un barco de la “flotilla de la libertad” por Gaza, y que ha hecho las siguientes declaraciones:

“No dudaron en atacarnos con violencia mortal, dispararon a personas que dormían. Por mucho que los israelíes griten que han encontrado armas es una estupidez. En el barco en el que yo viajaba encontraron un arma, mi maquinilla de afeitar. Me la sacaron y la mostraron, eso indica a qué nivel estaban”.

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