Categorías

Entradas anteriores

Etiquetas

Alicia ha cumplido 150 años

alicia

Sí, Alicia, la inmortal Alicia, la de Lewis Carrol, la de las maravillas, acaba de cumplir un siglo y medio de vida.

Corría el año 1862, concretamente el 2 de julio de ese año, cuando Charles Lutwidge Dodgson, alias Lewis Carroll, saldría a pasear en barca por el Támesis con su amigo el reverendo Robinson Duckworth, y con las tres hermanas Liddell: Lorina, de 13 años, Alice, de 10, y Edith, de 8.

Según los relatos del propio Dodgson, de Alice Liddell y de Duckworth, el autor improvisó una narración que entusiasmó a las niñas, especialmente a Alice. Después de la excursión, la pequeña Alice le pidió que escribiese la historia. Dodgson pasó una noche componiendo el manuscrito, y se lo regaló a Alice Liddell en las Navidades siguientes. El manuscrito se titulaba Las aventuras subterráneas de Alicia (Alice’s Adventures Under Ground), y estaba ilustrado con dibujos del propio autor.

3 años más tarde, esto es en 1865, Dodgson, movido por el gran interés que el manuscrito había despertado entre todos sus lectores, llevó el libro, convenientemente revisado, al editor Macmillan, a quien le gustó de inmediato. Tras barajar los títulos de Alicia entre las hadas y La hora dorada de Alicia, la obra se publicó finalmente en 1865 como Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (Alice’s Adventures in Wonderland), y firmada por Lewis Carroll. Las ilustraciones de esta primera edición fueron obra de sir John Tenniel.

Desde entonces las ediciones, traducciones y versiones de esta obra no han parado de crecer. Desde el ruso al suahili, desde el zulú al chino, en casi ciento cincuenta lenguas (como sus años) puede ser leída a día de hoy esta maravillosa obra.

Os dejamos con las primeras líneas y os emplazamos a que leáis completa, sea cual sea vuestra edad, la maravillosa historia de Alicia.

En la madriguera del conejo

Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin tener nada que hacer: había echado un par de ojeadas al libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía dibujos ni diálogos. «¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?», se preguntaba Alicia.

Así pues, estaba pensando (y pensar le costaba cierto esfuerzo, porque el calor del día la había dejado soñolienta y atontada) si el placer de tejer una guirnalda de margaritas la compensaría del trabajo de levantarse y coger las margaritas, cuando de pronto saltó cerca de ella un Conejo Blanco de ojos rosados.

No había nada muy extraordinario en esto, ni tampoco le pareció a Alicia muy extraño oír que el conejo se decía a sí mismo: «¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!» (Cuando pensó en ello después, decidió que, desde luego, hubiera debido sorprenderla mucho, pero en aquel momento le pareció lo más natural del mundo). Pero cuando el conejo se sacó un reloj de bolsillo del chaleco, lo miró y echó a correr, Alicia se levantó de un salto, porque comprendió de golpe que ella nunca había visto un conejo con chaleco, ni con reloj que sacarse de él, y, ardiendo de curiosidad, se puso a correr tras el conejo por la pradera, y llegó justo a tiempo para ver cómo se precipitaba en una madriguera que se abría al pie del seto.

Un momento más tarde, Alicia se metía también en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir.

Al principio, la madriguera del conejo se extendía en línea recta como un túnel, y después torció bruscamente hacia abajo, tan bruscamente que Alicia no tuvo siquiera tiempo de pensar en detenerse y se encontró cayendo por lo que parecia un pozo muy profundo.

Aquí tenéis el enlace para leerlo en castellano.

Podéis practicar el inglés leyéndolo online en su lengua original.

O también practicar el inglés escuchándolo capítulo a capítulo.

Dejar un comentario

*